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domingo, 30 de diciembre de 2018

Fragmento de El miedo de Miguel


CAPITULO TRES

La Gracia de Momo

Vicente sentado en un sillón desvencijado que alguna vez fue de brocato verde oscuro, fuma.
Una mesita redonda a su lado sostiene un cenicero, una lámpara y una botella de vino ordinario y dos copas que están servidas hasta un poco menos de la mitad, una de ellas tiene manchas de rouge.
Delia sale del baño con el pelo mojado, su cara esta radiante y sus hombros sedosos y brillantes, un toallón azul le rodea el cuerpo cubriendo sus pechos.
En un Combinado Delia posa  el pickup sobre un disco de pasta y empieza a oírse a Glenn Miller.
De una manera rustica intenta atraer a Vicente hacia la cama.
Mirar, oler, tocar y actuar era el modo de Vicente, no daba lugar a juegos previos, ni treguas, su fórmula era esa y no cabían otras opciones.
Miguel estaba con su abuela pasando unos días de vacaciones por el Carnaval.
 Delia disponía de libertad durante esos cuatro días, así que estaba con su mente libre de la preocupación habitual por el cuidado de su pibe. 
Vicente quería verla desnuda, verla, olerla y tocarla, ese es su proceso.
Se levantó y se acercó al Combinado donde aún estaba Delia asegurándose que la música se oyera como para la ocasión, Vicente le quita el toallón, retrocede unos pasos y observa el cuerpo desnudo y limpio de Delia. 

Quedate quieta..!
 
Se acerca y la huele, huele su pelo, huele sus hombros, toca sus contornos, huele su cuello y la toca como reconociendo o tratando de inspeccionar el terreno. Delia accede a su orden y casi no respira, una leve transpiración le invade la frente y el bozo, quiere relajarse pero Vicente la aprieta contra el Combinado mientras recorre con sus manos el cuerpo entero de su presa.

Vicente era un semental olfateando su caza.


Delia aún de espaldas a Vicente quiso darse vuelta para besarlo o ser besada, al voltearse se da cuenta que el hombre que llevó a casa con la ilusión de una adolescente esta desbordando su excitación tocando cada centímetro de su cuerpo desnudo que también lucha entre la tensión y su propia energía sexual que quiere llegar al climax.

 Vicente esta descalzo pero todavía vestido; Delia no sabe si dejar que el se desvista o hacer el juego de quitarle ella su ropa.
Por un instante se detiene esperando un impulso interior que no alcanza a llegar porque Vicente se quita la camisa celeste y la empuja hacia la cama.
Ella no se resiste.
Vicente la observa, la mira, se excita y se vuelca sobre ella para olerla y tocarla, así como es su estilo y que no tuvo reparo ni intención de descubrir que era lo que Delia esperaba o necesitaba para ese momento.



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