CAPITULO
TRES
La
Gracia de Momo
Vicente
sentado en un sillón desvencijado que alguna vez fue de brocato verde oscuro,
fuma.
Una
mesita redonda a su lado sostiene un cenicero, una lámpara y una botella de vino
ordinario y dos copas que están servidas hasta un poco menos de la mitad, una
de ellas tiene manchas de rouge.
Delia
sale del baño con el pelo mojado, su cara esta radiante y sus hombros sedosos y
brillantes, un toallón azul le rodea el cuerpo cubriendo sus pechos.
En
un Combinado Delia posa el pickup sobre
un disco de pasta y empieza a oírse a Glenn Miller.
De
una manera rustica intenta atraer a Vicente hacia la cama.
Mirar,
oler, tocar y actuar era el modo de Vicente, no daba lugar a juegos previos, ni
treguas, su fórmula era esa y no cabían otras opciones.
Miguel
estaba con su abuela pasando unos días de vacaciones por el Carnaval.
Delia disponía de libertad durante esos cuatro días, así que estaba con su mente libre de la preocupación habitual por el cuidado de su pibe.
Vicente quería verla desnuda, verla, olerla y tocarla, ese es su proceso.
Delia disponía de libertad durante esos cuatro días, así que estaba con su mente libre de la preocupación habitual por el cuidado de su pibe.
Vicente quería verla desnuda, verla, olerla y tocarla, ese es su proceso.
Se
levantó y se acercó al Combinado donde aún estaba Delia asegurándose que la
música se oyera como para la ocasión, Vicente le quita el toallón, retrocede
unos pasos y observa el cuerpo desnudo y limpio de Delia.
Quedate quieta..!
Quedate quieta..!
Se
acerca y la huele, huele su pelo, huele sus hombros, toca sus contornos, huele
su cuello y la toca como reconociendo o tratando de inspeccionar el terreno.
Delia accede a su orden y casi no respira, una leve transpiración le invade la
frente y el bozo, quiere relajarse pero Vicente la aprieta contra el Combinado
mientras recorre con sus manos el cuerpo entero de su presa.
Vicente
era un semental olfateando su caza.
Delia
aún de espaldas a Vicente quiso darse vuelta para besarlo o ser besada, al
voltearse se da cuenta que el hombre que llevó a casa con la ilusión de una
adolescente esta desbordando su excitación tocando cada centímetro de su cuerpo
desnudo que también lucha entre la tensión y su propia energía sexual que
quiere llegar al climax.
Vicente esta descalzo pero todavía vestido; Delia no sabe si dejar que el se desvista o hacer el juego de quitarle ella su ropa.
Vicente esta descalzo pero todavía vestido; Delia no sabe si dejar que el se desvista o hacer el juego de quitarle ella su ropa.
Por
un instante se detiene esperando un impulso interior que no alcanza a llegar
porque Vicente se quita la camisa celeste y la empuja hacia la cama.
Ella
no se resiste.
Vicente
la observa, la mira, se excita y se vuelca sobre ella para olerla y tocarla, así
como es su estilo y que no tuvo reparo ni intención de descubrir que era lo que
Delia esperaba o necesitaba para ese momento.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Agrega tus comentarios, deja tu e-mail o destino a dónde quieras que te respondamos. gracias