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lunes, 3 de junio de 2019


Ante el trono de madera

Solo un retazo de vida
Y en las manos mi miseria.
Con esto me fui vestido
Así  me acerqué a su trono.

Un trono de más extraño
madera, lanzas y sangre,
soldados, chusmas, verdugos.

Un hombre que me miraba
parecía querer abrazarme.
No percibí su intento
No pude interpretar nada
Compasión, quizá ternura
Me miraba, y lloraba.

Parado con mi ropaje
sucio  harapiento esperaba.
Tal vez quería decirme
algo que yo no sabía.

Allí me quedé esperando
creí que él bajaría
tan solo a darme un abrazo.

Pero nada de eso hizo
Solamente me miraba.
Sus brazos no se soltaron
No recibí  ni palabra

Agonicé junto a Él.

El cielo se puso oscuro
desgarrador fue aquel grito
que oí en ese momento.

Parece  llamaba al padre
Ninguna voz respondía
El cielo era de bronce
Oscuro e impenetrable
Clamaba que lo salvaran
No tuvo un benefactor.

Muchos mirones gritaban
Burlando otros reían
Unos lloraban,
otros se iban.

Agonizó ésta mi alma
a los pies de aquel entronado
en aquel trono de madera
aquel que no conocía.
Luego de mirar al cielo
cerró sus ojos; silencio…
ese que no conocía
ese que murió enseguida.


Finalmente lo bajaron
de su trono lo sacaron
había muerto,  había muerto.

El hombre no respiraba.
Más algo nuevo viví
De solo estar a su lado
Mi vida cobró sentido
Miré mis manos y vi
Que  sucias  ahora no estaban
Ya no cargaban basura.

En cambio miré sus manos
Vi que todavía sangraban
Y su pecho aún destilaba
Agua pura y mucha sangre.

Su madre lo abrazaba
Casi que lo acunaba
con ternura y sollozaba.
Y ya no pude, no pude
No pude seguir mirando
Aquellas miserias mías…

De hecho ya no tenía
ninguna de ellas conmigo.
Ante el trono de madera
De pronto miré mi ropa
de rojo sangre teñidas.

Ese trono era Real,
 y Él sentado en ese podio
reinaba con autoridad.
Me dijo amorosamente
Tranquilo amigo, no temas
 que ya todo está cumplido
Te daré una ropa nueva
Hoy serás otra persona.

No podía cavilar
de qué me hablaba ese hombre
Pero  raro es decir hombre,
cuando el que habla no es hombre
Es rey, es príncipe,  es Dios.
Su trono mudó  madera
a oro muy refulgente
Su corona eran joyas
Engarzadas ya no espinas.

Mi ropa me asombraba
Tan reluciente y bordada
Sin saberlo yo siquiera
Entré a su palacio, al Reino
Fuera se quedaron todas
las culpas, llantos, vergüenza
Desventuras y heridas
desesperanzas, y líos
Culpas, llanto y vergüenza.
Las puso en su redoma.

A su lado, a sus pies estaba
yo recostado estaba
casi al borde de su manto
sin levantar mi mirada.

El se inclinó para alzarme,
me dio besos y abrazos
me dijo que me entendía
Que llegaba el nuevo día
con ternura sosegada
 escurrió todos mis lloros
Me puso calzado nuevo
Me dijo: entra a mi Reino, vamos.



2 comentarios:

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